
Dar pasos a la par de otro -esperando el inconsciente traspié- , o arrancarnos los sentimientos y exponerlos sobre la mesa.
Son pocos los segundos que tenemos para reinventar las situaciones en las que vivimos; vivir aquello que se ha proyectado detrás de la cortina de pensamientos y que cómodamente, o ansiosamente, hemos tomado como función de cine.
Pero cuando las pestañas se apoyen suavemente en la mejilla del otro, casi pidiéndole permiso, por temor a ser ajenas, entonces, se espera que ése quiebre haga la diferencia y así nos encontremos en otra dimensión y se hable del pasado anecdótico... De los rastros que dejamos, del suspiro que empañó nuestras manos en alguna ocasión. Ése quiebre.
Y cúando no, otras tantas situaciones esperan en el camino para hacerlo un poco más dinámico y enriquecedor.Porque a veces la lluvia del miedo puede enfriar el corazón; hincharlo de culpa y tal vez hacerlo renunciar a lo que tímidamente brilla en el reflejo del otro.
Depende de cómo se encare el alud que viene rodando desde los corazones.
Y cúando no, otras tantas situaciones esperan en el camino para hacerlo un poco más dinámico y enriquecedor.Porque a veces la lluvia del miedo puede enfriar el corazón; hincharlo de culpa y tal vez hacerlo renunciar a lo que tímidamente brilla en el reflejo del otro.
Depende de cómo se encare el alud que viene rodando desde los corazones.
Maggie AQ
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