
Es sentir la brisa cálida que avanza lentamente, apoyando sus besos en la espalda; arrastrándolos casi imperceptibles en la espina dorsal y aumentando el ritmo cardíaco. Es apretar los pápados y asfixiar las pestañas para sumergirse por dentro, en los latidos que cada vez gritan más. Con un soplido suave, muy suave, aparta el cabello del cuello, tan inofensivo y sensual; rumoreando sutimente detrás del oído, palabras que fueron concebidas para ser el clima de ese momento. La piel lo siente, lo absorbe, lo recordará, ahora, en ocho minutos, en tres días, en siete meses, toda la vida.
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